Lo mejor fueron los chicles
- El Quinto Tenedor
- 4 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2018
Lunes 26 de noviembre, con el fin de no perder tiempo, pues no me sobra, en volver a casa para comer, decido comer en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza. No es la primera vez que como en esta cafetería, ni seguramente sea la última, pero esta ocasión ha quedado especialmente marcada.
En la Universidad de Zaragoza se puede disfrutar por 5’90 de un menú completo (primero, segundo, postre y agua), un precio más que asequible si se tiene en cuenta los bares de los alrededores. En el menú de ese día de la Facultad de Ciencias, en el que hay tres primeros (donde uno siempre es una ensalada), tres segundos y un postre. Me declino por seleccionar pasta en salsa de queso, calamares a la romana con patatas fritas y un arroz con leche que ya a primera vista no daba mucha confianza. Al pasar la bandeja por la caja, me regalan un paquete de chicles, ¿quién me iba a decir que eso iba a ser lo mejor de la comida?
El primero me sorprendió gratamente, acostumbrado a los macarrones insulsos que en más de una ocasión he comido en la misma cafetería. Sin ser nada del otro mundo, en esta ocasión la pasta estaba comestible, pese a no estar del todo buenos. Quizás ahora que escribo esto, recuerdo mejor la pasta que cuando me la comí, porque en ese momento no sabía lo que vendría.
Me dispuse a empezar con el segundo plato, en esta ocasión me decidí por pedir mahonesa y kétchup para acompañar los calamares y a las patatas, craso error. Los calamares tenían una textura chiclosa, que hizo que echase de menos el limón, pues quizás con un poco de este hubieran estado comestibles. Las patatas, como viene siendo habitual en esta cafetería, son una lotería: te pueden tocar o muy duras o muy blandas. Lo que no es una lotería es la falta de sal que tienen. Para compensarlo decidí que el kétchup era una buena opción, sin embargo, no lo fue. Tuve que comprobar hasta en dos ocasiones la fecha de caducidad del sobre, pues el nivel de acidez no era ni medio normal.
'Lo mejor para el final', o eso dicen. El arroz con leche que no me había dado buenas sensaciones al cogerlo me las confirmó al tomar la primera cucharada. Un arroz con una textura masa con una leche que más que leche con limón, azúcar y canela parecía leche con agua. Un sabor tan negativo que mis acompañantes decidieron no acabarse el postre.
Por suerte para mi paladar recordé aquellos chicles que me habían dado al pagar. Los chicles de hierbabuena quitaron la nefasta mezcla de sabores que se me había quedado en la boca. Quién me iba a decir que lo que más me iba a gustar de la comida no estaba en el menú.

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