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  • Foto del escritorQuique Sánchez Renedo

La Bocca, “un restaurante mediterráneo diferente”

En el centro de Zaragoza, entre el Corte Inglés del paseo de Sagasta y el paseo de la Constitución, encontramos el Restaurante La Bocca, un establecimiento moderno pero con una base tradicional. En sus propias palabras: “un restaurante mediterráneo diferente”.


El interior se divide en tres zonas principales: primero encontramos la cafetería, con un comedor a mano izquierda que da a la calle Madre Vedruna y otro comedor al fondo. Nosotros comimos en el segundo.


Nada más entrar en la sala llama la atención la decoración: espejos y caras pintadas en las paredes ayudan a que el local se vea elegante. Nos encontramos con un ambiente cálido y acogedor que nos puede ayudar a entrar en calor y a dejar atrás el frío de las calles de Zaragoza en invierno. El ambiente cosmopolita que se forma es ideal para comer o cenar en grupo: con amigos, cenas de empresa…


La decoración ayuda a que el local se sienta fresco y elegante | Fuente: Pilar Sánchez

Fuimos con reserva a las 14:00 y, pese a haber pasado ya las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, con las comilonas que estas suponen, el local estaba prácticamente lleno. Tuvimos que esperar bastante a que nos atendiesen ya sentados. Por lo menos, los techos altos y aislados de la sala provocan que la acústica sea buena, por lo que no se formó un ruido excesivo y pudimos conversar tranquilamente mientras esperamos.

En cuanto a las alternativas de comida, entre semana existe la opción de menús para grupos, de tapas, comer de carta o menú del día (la opción que escogimos).


Fuente: Restaurante La Bocca

Como vemos, un menú de corte mediterráneo que varía cada poco tiempo. El gran abanico de posibilidades ayuda a que gente con diferentes gustos pueda encontrar un plato acorde a su paladar. El precio del menú es asequible (13,5 euros) y la relación calidad-precio buena. Incluye vino del Somontano, pan y agua filtrada, la cual presentan en una jarra de cristal. Además, en las servilletas se lee que son 100% reciclables, por lo que queda patente la concienciación de los responsables del restaurante con la protección del medio ambiente.


Fuente: Quique Sánchez

Como primer plato me decidí por la pasta garofalo con salsa de queso azul y pesto de nueces. Una receta original que no se encuentra en los menús de cualquier restaurante de barrio, donde el reinado de la boloñesa y la carbonara no parece que vaya a decaer. El gusto del queso azul queda algo difuminado, quizás porque la salsa estaba demasiado líquida, pero el gusto es bueno y está bien acompañado por unas nueces que aportan un toque diferente.


Antes de pasar al segundo plato me parece importante anotar que a la original decoración del restaurante se le suma una buena música de fondo. El repertorio es variado, pero siempre buscando propiciar un ambiente tranquilo y relajante. Personalmente, me encantó y ayudó a aguantar los tiempos de espera el escuchar “I see the light”, una canción de la película “Enredados”, de Disney.


Fuente: Quique Sánchez

Tras esperar durante un buen rato llegó el segundo plato: marmitako de atún. Tanto la presentación como el sabor respetan el guiso tradicional vasco. El tamaño de la ración fue correcto y el punto del pescado y las patatas conseguido. El atún estaba tierno y jugoso y las patatas bien cocidas.


Fuente: Quique Sánchez

Lo mejor llegó al final con el postre: crema de calabaza con galleta y helado de limón. Las diferentes texturas y gustos se complementan perfectamente. El frío del helado, luego derretido en una crema de calabaza suave y el punto crujiente de las galletas me sorprendieron gratamente.


En conclusión una comida notable que presenta un concepto moderno al reinventar ofertas tradicionales incluyendo toques contemporáneos y una presentación cuidada.

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