La Bocca, “un restaurante mediterráneo diferente”
- Quique Sánchez Renedo
- 5 ene 2019
- 3 Min. de lectura
En el centro de Zaragoza, entre el Corte Inglés del paseo de Sagasta y el paseo de la Constitución, encontramos el Restaurante La Bocca, un establecimiento moderno pero con una base tradicional. En sus propias palabras: “un restaurante mediterráneo diferente”.
El interior se divide en tres zonas principales: primero encontramos la cafetería, con un comedor a mano izquierda que da a la calle Madre Vedruna y otro comedor al fondo. Nosotros comimos en el segundo.
Nada más entrar en la sala llama la atención la decoración: espejos y caras pintadas en las paredes ayudan a que el local se vea elegante. Nos encontramos con un ambiente cálido y acogedor que nos puede ayudar a entrar en calor y a dejar atrás el frío de las calles de Zaragoza en invierno. El ambiente cosmopolita que se forma es ideal para comer o cenar en grupo: con amigos, cenas de empresa…

Fuimos con reserva a las 14:00 y, pese a haber pasado ya las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, con las comilonas que estas suponen, el local estaba prácticamente lleno. Tuvimos que esperar bastante a que nos atendiesen ya sentados. Por lo menos, los techos altos y aislados de la sala provocan que la acústica sea buena, por lo que no se formó un ruido excesivo y pudimos conversar tranquilamente mientras esperamos.
En cuanto a las alternativas de comida, entre semana existe la opción de menús para grupos, de tapas, comer de carta o menú del día (la opción que escogimos).

Como vemos, un menú de corte mediterráneo que varía cada poco tiempo. El gran abanico de posibilidades ayuda a que gente con diferentes gustos pueda encontrar un plato acorde a su paladar. El precio del menú es asequible (13,5 euros) y la relación calidad-precio buena. Incluye vino del Somontano, pan y agua filtrada, la cual presentan en una jarra de cristal. Además, en las servilletas se lee que son 100% reciclables, por lo que queda patente la concienciación de los responsables del restaurante con la protección del medio ambiente.

Como primer plato me decidí por la pasta garofalo con salsa de queso azul y pesto de nueces. Una receta original que no se encuentra en los menús de cualquier restaurante de barrio, donde el reinado de la boloñesa y la carbonara no parece que vaya a decaer. El gusto del queso azul queda algo difuminado, quizás porque la salsa estaba demasiado líquida, pero el gusto es bueno y está bien acompañado por unas nueces que aportan un toque diferente.
Antes de pasar al segundo plato me parece importante anotar que a la original decoración del restaurante se le suma una buena música de fondo. El repertorio es variado, pero siempre buscando propiciar un ambiente tranquilo y relajante. Personalmente, me encantó y ayudó a aguantar los tiempos de espera el escuchar “I see the light”, una canción de la película “Enredados”, de Disney.

Tras esperar durante un buen rato llegó el segundo plato: marmitako de atún. Tanto la presentación como el sabor respetan el guiso tradicional vasco. El tamaño de la ración fue correcto y el punto del pescado y las patatas conseguido. El atún estaba tierno y jugoso y las patatas bien cocidas.

Lo mejor llegó al final con el postre: crema de calabaza con galleta y helado de limón. Las diferentes texturas y gustos se complementan perfectamente. El frío del helado, luego derretido en una crema de calabaza suave y el punto crujiente de las galletas me sorprendieron gratamente.
En conclusión una comida notable que presenta un concepto moderno al reinventar ofertas tradicionales incluyendo toques contemporáneos y una presentación cuidada.
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